¿Sabemos quienes somos?
Ante las ultimas noticias sobre la actuación del Consejo Superior de Tráfico, en lo que a temas ciclistas se refiere no cabe si no preguntarse si la opinión generalizada en este País, respecto al rol de estorbo sin paliativos, que representamos en cuanto nos incorporamos a la vía pública, no tiene mucho que ver con la visión particular que parece tener la Administración de estos sus particulares administrados.
A poco que sondeemos la opinión de una mayoría de los conductores no ciclistas, sobre nuestro colectivo, nos encontraremos con un denominador común:
El ciclista es un parásito de la calzada, que no contribuye con sus impuestos al mantenimiento ni la construcción de las mismas, un ser que además entorpece el tráfico rodado y los sufridos usuarios de vehículos a motor se sienten discriminados por este trato desigual.
Como pagan religiosamente todos los impuestos directos e indirectos, están sometidos a una presión sancionadora desmesurada, en aras, eso si de su seguridad vial. Solo les queda una reacción lógica: odiar a este privilegiado elemento que circula gratis por su colapsado medio.
Solución salomónica: borrarnos de la circulación. ¿Qué nos creíamos ilusos de nosotros? ¿Acaso pensábamos esgrimir algún argumento de respeto y convivencia?
Para el Consejo Superior, aquí solo vale la Ley de la selva, el débil pierde la razón y si no que comiencen por pagar, que igual entonces empezamos a mirar a este grupo de ventajistas con otros ojos. ¡Quien utiliza paga!, aunque sea a costa de la sangre de sus seguidores.
Con estos amigos en el máximo estamento de Tráfico, quizás debamos ir pensando en proponer a la RAE, el cambio de denominación de nuestras vías, porque esta claro que son cualquier cosa menos públicas, pertenecientes o relativas a todo el pueblo. ¿O acaso nosotros nos creemos pueblo? ¿Puede que de aquí derive el error y estemos partiendo de una premisa equivocada?
Un ciclista desencantado.
http://www.arueda.com/opinion/cartas-al-director/ante-la-decision-de-pedro-delgado.html
